Víctor Santa María fue reelecto otra vez en el SUTERH

Una elección sin competencia, sin cifras públicas y sin sorpresas. Así fue el último proceso electoral del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (SUTERH), donde Víctor Santa María extendió su permanencia al frente del gremio sin enfrentar a ningún contrincante. La escena no fue nueva pero sí reveladora: en un contexto de silencio institucional, el sindicalismo muestra una vez más su rostro menos democrático.

Una contienda sin contienda

No hubo debate. No hubo nombres alternativos. No hubo discusión pública sobre modelos de gestión sindical. El 26 de julio, los afiliados del SUTERH fueron convocados a elegir a su secretario general. Pero solo había una opción: Santa María. Lo que debería ser un mecanismo de representación se convirtió en una formalidad controlada.

No es la primera vez que ocurre. Y probablemente no será la última. Con esta nueva victoria por ausencia de rivales, el líder gremial llegará a 2029 con más de dos décadas en el cargo. Su lista, heredera directa del liderazgo fundado por su padre, Pepe Santa María, sostiene el timón del sindicato desde hace más de 44 años. La palabra “reelección” ya suena vacía porque nadie compite.

Sin datos, sin transparencia

Peor aún, el proceso careció de los mínimos estándares de transparencia. Ni el SUTERH ni su federación madre, la FATERyH, dieron a conocer la cantidad de afiliados habilitados, ni el número de votos emitidos, ni cuántos fueron blancos o impugnados. Tampoco se informó públicamente cómo quedó conformada la nueva comisión directiva.

En su sitio web, la información oficial brilla por su ausencia o se presenta sin fecha, lo que impide comprobar su actualidad. Cualquier gremio que dice defender derechos de sus trabajadores debería, al menos, ejercer la transparencia hacia sus representados.

El dirigente que no pudo competir

Jorge Bustos, referente de la Lista Bordó, intentó presentarse como alternativa. No lo dejaron. La Junta Electoral del SUTERH le negó el uso del color con el que su lista se identificaba, pese a que ya lo había utilizado en elecciones anteriores. El sindicato le cerró la puerta. Bustos acudió a la justicia con una acción de amparo. Fue rechazada. Apeló. También perdió.

El resultado: Santa María fue el único nombre en las boletas. Otra vez.

Una carta abierta cargada de críticas

Apenas un día antes de la elección, Bustos publicó una carta abierta dirigida a Santa María. Allí no ahorró críticas. Denunció que desde hace cuatro décadas las elecciones son un acto simbólico sin competencia real. “No se puede hablar de democracia cuando sólo se escucha una voz”, escribió.

Bustos expresó que su agrupación venía trabajando desde hacía más de cinco años, con la expectativa de disputar el rumbo del sindicato. En su mensaje apuntó contra la gestión actual, acusándola de acuerdos salariales insuficientes, abandono del sistema de salud sindical y tercerización de tareas a empresas privadas. Denunció también la expulsión de hijos con discapacidad de la obra social y una abrupta caída en la cantidad de afiliados: “Éramos más de 130.000; hoy apenas superamos los 55.000”, afirmó.

El mensaje final de Bustos fue claro y directo: lamentó que Santa María no haya aceptado enfrentarlo en las urnas y exigió que el trabajador sea quien defina el futuro del sindicato.

Un agradecimiento con aroma a continuidad

Del otro lado, una semana después de los comicios, Santa María publicó una carta en su web personal bajo el título “Democracia sindical, compromiso renovado”. En su mensaje, agradeció a quienes participaron de la elección y reafirmó los principios que, según él, sustentan su gestión.

“La democracia no es un acto esporádico, es una práctica diaria”, expresó. Defendió el rumbo tomado por el sindicato, al que describió como una organización “moderna, cercana, inclusiva”, capaz de adaptarse a los cambios tecnológicos y sociales. Prometió más educación, más cultura, más salud, más espacios de contención para las familias. Y recordó el legado de su padre, a quien definió como el pionero de este proyecto gremial.

¿Dónde queda la democracia sindical?

Lo ocurrido en el SUTERH no es un caso aislado. Muchos gremios argentinos enfrentan la misma paradoja: estructuras democráticas en lo formal pero cerradas en la práctica. La imposibilidad de competir, la falta de información pública, la eternización de los liderazgos y la ausencia de rendición de cuentas son síntomas de una democracia sindical fallida.

Que un dirigente permanezca en el poder durante más de 20 años sin rivales no es necesariamente un mérito. Cuando no hay competencia, la legitimidad queda en duda. Y cuando ni siquiera se publican los resultados de una elección, lo que se esconde no es solo información: se oculta la voz de los trabajadores.

Para que los sindicatos vuelvan a ser instrumentos de representación real, deberán abrirse al disenso, al control, a la alternancia. Sin eso, el poder se convierte en rutina. Y la democracia, en teatro.

El caso del SUTERH pone en evidencia la fragilidad de ciertos mecanismos democráticos dentro del sindicalismo argentino. Más allá de los discursos, cuando no se permite la competencia ni se difunden los datos básicos de una elección, el sistema pierde su esencia participativa. Santa María continúa pero no porque haya ganado un debate de ideas, sino porque nadie pudo disputar el poder.


​⭐ Mariano Zvaigznins es Perito Mercantil egresado de la ESCCP-UBA. Consultor especializado en Propiedad Horizontal. Administrador de consorcios matriculado en CABA. Editor del sitio ConsorciosPH. Titular de Administración RIGA.

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